La Cachetía es una antigua tradición local que nace en torno a los días 1 y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos y Día de los Difuntos respectivamente, y al toque de campanas que se acostumbraba a realizar en nuestro municipio desde la salida del sol y hasta la media noche del Día de los Difuntos.
Para poder tocar las campanas durante tantas horas seguidas, era necesaria la colaboración y el esfuerzo de los jóvenes monaguillos, que apenas eran chiquillos, y para mantener a los monaguillos joviales y vivaces en su larga jornada en el campanario se precisaba de la aportación de los devotos vecinos y vecinas, y así surgió La Cachetía.

La costumbre del toque de campanas del Día de los Difuntos se mantuvo hasta principios de los años 60 pero La Cachetía siguió celebrándose año tras año, llegando a ser hoy día una de las tradiciones locales más arraigadas.

Recuerdos de monaguillo:
Viajamos a esos últimos años, mediados de los años 50, día 1 de noviembre, día de Todos los Santos, tras la misa, a las 7 de la mañana, bien temprano para que los feligreses pudieran asistir a ella antes de irse al campo a trabajar, seis de los monaguillos, por aquellos entonces podrían llegar a ser unos 12 o 13, todos ellos niños de entre 8 y 14 años, vestidos con el hábito de monaguillo de la época, faldas rojas y blusa blanca de encajes, recogían dos espuertas que, como cada año, les prestaba Julio «El Panadero» de la Panadería San Blas, espuertas donde habitualmente exponían el pan que vendían. Dos monaguillos agarraban las espuertas, uno por cada asa, un tercero se encargaba de recoger los víveres e iba colocándolos en las espuertas, y así calle por calle, de comercio en comercio, iban por todo el pueblo pidiendo víveres, lo que cada uno buenamente pudiera aportar, los pedían en nombre de la Iglesia y con un fin, el toque de difuntos.
Los comerciantes locales entregaban a los jóvenes monaguillos frutas, legumbres, aceite,… cada cual lo que recolectaba y vendía, productos de la tierra que poco a poco iban llenando las espuertas, y que servirían para mantener fuertes y alimentados a los doce monaguillos durante las más de 18 horas que pasaría el día siguiente, Día de los Difuntos, tocando sin cesar las pesadas campanas de la iglesia.
Los monaguillos pedían La Cachetía hasta bien entrada la tarde, hasta que las espuertas estaban llenas, o hasta que ya no las podían acarrear tanto peso.
Los niños y niñas del pueblo, por aquellos años también pedían ya su propia Cachetía. Esta tradición venía de muchísimos años atrás y con el paso del tiempo los niños y niñas la habían copiado con la diferencia de que ellos la pedían de casa en casa, de puerta en puerta y no solo en los negocios como hacían los monaguillos, los vecinos les daban frutos de temporada, naranjas, granadas, membrillos, nueces, castañas,… Los niños y niñas, al pedir su Cachetía entonaban esta canción:

Cachetía, tía, tía,
si no me da una castaña
me quedo aquí “to” el día
Cachetía, tía, tía,
como no me de una nuez
le “escarranco” la pared

Los víveres recibidos se llevaban a la sacristía para tenerlos a mano el día siguiente, algunos de estos víveres eran recogidos por la entrañable Lela, una vecina y feligresa cuyo hogar estaba frente a la iglesia, que con cariño convertía los víveres en suculentos platos y postres para los monaguillos. Estos platos eran recibidos en el campanario con gran entusiasmo ya que muchos de los monaguillos, como era habitual en aquella época de escasez, no tendrían la ocasión de tener frente a ellos esos deliciosos manjares hasta el próximo Día de los Difuntos.
El día 2 de diciembre, aún de madrugada, los monaguillos se dirigían a la iglesia, y tras colocarse de nuevo el hábito de monaguillo, subían al campanario, daban el toque de alba al amanecer y comenzaban con el toque lento y estremecedor de los difuntos. Las Campanas no cesaban de sonar hasta las 12 de la noche, mientras tanto, doce monaguillos compartían turnos, risas, frutos de temporada y las mejores vistas de un pueblo que cada 1 de noviembre hace un guiño a sus orígenes e historia y celebra La Cachetía.

Así que recuerda, si tienes casa en El Ronquillo, el 1 de noviembre por la mañana los niños y niñas llamarán a tu puerta pidiendo la Cachetía, ¡rápido, prepara los víveres!. Y si eres niño sal a pedir la Cachetía pero ten en cuenta que es de uso obligado si quieres tu Cachetía cantar la canción tradicional al pedirla:
Cachetía, tía, tía,
si no me da una castaña
me quedo aquí “to” el día
Cachetía, tía, tía,
como no me de una nuez
le “escarranco” la pared
Como lees, La Cachetía nada tiene que ver con Halloween (no se pide disfrazado).
¡¡Feliz 1 de noviembre, feliz Cachetía!

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